La pequeña isla croata que tiene más de 23 kilómetros de muros y parece
una huella dactilar desde el aire
Sin llegar a la profusión
griega, Croacia cuenta con 79 grandes islas, más de 500 islotes menores y otros
642 pequeños peñones y rocas que cubren un área de unos 3.300 kilómetros
cuadrados. Una de esas pequeñas islas es Baljenac (o Bavljenac), situada frente
a la costa dálmata, al sur de país, y que forma parte del archipiélago de
Šibenik.
Apenas tiene 0,14 kilómetros
cuadrados de superficie y una longitud de costa de 1.431 metros. Está
deshabitada, pero recientemente Croacia solicitó su inclusión en la lista de
lugares Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO.
La razón es que toda la isla
está cubierta por una antigua red de muros bajos de piedra, que en total suman
unos 23 kilómetros de longitud, formando una especie de retícula que hace que,
desde el aire, parezca una huella dactilar humana.
Los muros están construídos sin
ningún tipo de mortero o cemento, simplemente amontonando y encajando las
piedras unas sobre otras. Se levantaron para separar los campos de cultivo, las
viñas y los olivares, y al mismo tiempo para protegerlos del viento.
Los constructores fueron los
habitantes de la cercana isla de Kaprije, que llevan explotando la zona desde
tiempos antiguos y todavía continúan haciéndolo. En Kaprije, que a día de hoy
tiene una población de apenas 150 habitantes y en la que están prohibidos los
coches, y otras islas del archipiélago también existen zonas cubiertas de estos
muros, pero Baljenac destaca precisamente por presentar la mayor concentración
de ellos.
Baljenac presenta
un kilómetro y medio de muros por hectárea, mientras que las siguientes por
densidad serían las islas de Zut (200 metros por hectárea) y Kornati (100
metros por hectárea).
En cuanto a la
época, se cree que fueron levantados durante el siglo XIX, aunque es posible
que muchos sean anteriores. En total, sumando los de todas las islas croatas de
la zona, se calcula que unos 300 agricultores pudieron construir 106 kilómetros
de muros sobre un total de 12 kilómetros cuadrados de superficie.
Tanto Baljenac como Kaprije y otras islas del
archipiélago sirvieron de refugio a los cristianos durante la conquista otomana
en los siglos XVI y XVII, por lo que es posible que los muros comenzaran a
levantarse ya en esa época.
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